Y entonces caminé por la calle mirando las hojas de los árboles caer mientras el viento soplaba fuertemente; todo anunciaba una tormenta violenta. Abrí los brazos como estoy acostumbrada, sin importar quién mira y menea en desaprobación la cabeza, siempre lo hago para sentir, realmente sentir el frío aire y las pocas gotas que le acompañaban a éste tan inusual en primavera...
Miré al cielo y ahí las nubes, cual algodones grisáceos, que me invitaron a recordar las ilusiones que aún quiero alcanzar y con las que jamás desde pequeña he dejado de soñar. Y son así: Una tarde como ésa, con aire frío y gotas de lluvia, detrás de una ventana mirando la gente pasar, los árboles bailar, las hojas volar y yo protegida por un cobertor mientras saboreo la gota que alcanzó mi labio antes de quizá haber cerrado la ventana. Luego, la idea de un chocolate Abuelita bien caliente no es desagradable, menos la de una peli de terror ó de esas que te hacen reír y te recuerdan que tú puedes hacer de tu vida un cuento de hadas aunque sea por momentos, y qué decir de la de alguien más...eso me queda claro.
Quizá existen momentos duros, pero ese contraste es el que te hace adorar la postal hecha a mano ó la sorpresa de un beso bajo la lluvia. Después, los brazos de alguien que llega y primero me mira a los ojos, yo entiendo...esa mirada es profunda y sonríe, me hace estremecer y recordar que soy feliz...que tengo una peli, una taza de chocolate caliente y el calor de un pecho que me da abrigo y se cubre a la vez con mi cobertor y mi corazón.
Entoces respiré profundo y recordé tantas cosas: Un desencanto, una decepción que mi corazón quiere comprender aunque los demás sentencian: No. Una nueva ilusión que golpetea pero que me cuesta dejar entrar...Al final tuve que bajar los brazos y seguir caminando por la calle y suspirando como siempre y con más fuerza, mirando de frente aunque duela, aunque cueste aceptar que ya no me puedo asir de las promesas de ayer, pero sí creer en las de mañana porque sé que siempre lo que viene es mejor...Mientras recuerdo la alegría que me dió y que no cambia, y que siempre habrá sonrisas y más anécdotas y fuerzas para volar.