¿Una rata que cocina? Como bien dijera el gran Chef Gusteau (ídolo de Chefcito): "Cualquiegga puede cocinagg" Y yo creo así aplica para todo lo que hacemos en el día al día, qué no? Podemos ser y hacer lo que nosotros queramos...AAHHHH hacía falta una película como ésta, donde las ganas de alcanzar un sueño sean posibles, no importa de dónde provengas si tienes la convicción bien firme dentro de tu corazón. Esta película me ha hecho sentir como no me sentía desde pequeña cuando miraba aquellos clásicos de Disney como Dumbo, El Libro de la Selva, Pinocho, Cenicienta y más, tantos más que marcaron mi niñez y me enseñaron a soñar, a aprender a mirar fijo y detenidamente las estrellas del firmamento...Sshh!! ¿Escuchas? Ellas susurran.
¡Aplaudo a Disney y a Pixar! no esperaba salir tan contenta del cine, sí.salí muy contenta y satisfecha, es ese tipo de incentivo el que se necesita y del que necesitan nuestros niños lejos de películas ó series de t.v. por demás escatológicas, claro que al final, el resto depende de cada cual.
Todos los personajes son maravillosos, no acabaría si me pongo a halagar a cada uno, pero Lingüini es de lo más tierno y ah! cómo dan ganas de abrazarlo y más cada vez que dice: "Chefcito" (aaawwww) Y bueno, nuestro amoroso protagonista quien hace que salgas con ganas de comprarte de menos un hámster (para aquellos que no les gusten los roedores de colita larga) y darle un trozo de quesito para mirar cómo se lo come igual que Remy en la peli.
Desde que soy pequeñita no había sido testigo de lluvia alguna de aplausos al final de una peli, por momentos, la magia de ese París me tocó y me sentí llena de ella, de esa emoción que no me embargaba desde hacía años, y la mejor compañía a mi lado...
Creo que el ambiente vivido al final de la peli se debe en parte a la magistral aparición de Anton Ego, el crítico culinario, con quien creo, se cierra con fanfarrias y broche de oro pues antes de su genial monólogo, está la escena donde vuelve a su niñez al probar la ratatouille preparada por Chefcito, desde los colores que son más que precisos, igualitos a los recuerdos de la infancia que están en lo más profundo del corazón, la mirada de Mamá y la carita del pequeño Anton, hacen la escena más perfecta del filme a mi muy personal consideración (¡¡Clap, Clap!!). A continuación lo más que pude rescatar de su monólogo en la red:
“La vida de un crítico es sencilla en muchos aspectos. Arriesgamos poco y tenemos poder sobre aquellos que ofrecen su trabajo y su servicio a nuestro juicio. Prosperamos con las críticas negativas, divertidas de escribir y de leer. Pero la triste verdad que debemos afrontar, es que en el gran orden de las cosas, cualquier basura tiene más significado que lo que deja ver nuestra crítica. Pero en ocasiones, el crítico sí se arriesga cada vez que descubre y defiende algo nuevo. El mundo suele ser cruel con el nuevo talento. Las nuevas creaciones, lo nuevo, necesita amigos…”