De nuevo de tarde con lluvia, ya no hay sol aunque aún es hora, las nubes de la tormenta le esconden de la vista de aquellos que apuran el paso para llegar a sus casas ó algún refugio donde guarecerse de la tormenta amiga; le adivinan y le temen por el aroma que le caracteriza, tan frío tan húmedo...Ella, esperándole con ansias a diferencia de los otros, desde su ventana mira las personitas correr, sonriendo al pensar que se ven chistosos e indefensos. Caen las primeras gotas y acarician la ventana...las mira con ternura y cierta devoción, esos cristalitos líquidos tan perfectos esconden música dentro. Los refuerzos llegan, y entonces ya no son gotitas solteras, ya no se les mira como pequeñas y saltarinas cayendo lánguidamente por el cristal, ahora les acompaña ese rumor que abraza, que habla y guiña y su trayectoria es ahora rápida y ágil.
¿A qué hora obscureció? Jamás lo notó, pero no pretende encender las luces, así... en la intimidad de su pieza y el aroma muy suyo en su almohada que abraza ni con mucha fuerza ni con desentendimiento. Siente sus cabellos en la mejilla y contra la almohada, uno travieso se escapa y le lastima el ojo, dos dedos, ya está. Bosteza y vuelve a pensar en aquello que por la mañana le hizo mirar su plato del desayuno como si se tratase de una obra de arte donde se perdió varias veces hasta que Mamá comenzó con la cantaleta: "Y mira Carlos, esta remilgosa, ahora ya ni los huevos le gustan" Pero ahora no se trataba ya más de los huevos, -algo salados por cierto-, sino de aquello que le revolvía las tripas todas las mañanas y más aquellas de fines de semana donde la oportunidad de pensar y recrear mientras otra vez la almohada acompaña aunque con babas, luego inventar y mejor no, me gusta más la vida azul, aunque en la tarde café con rosa puede ser, porque el sol amarillo y yo pinto verde, ¡Ajá! mi día lindo, así, pues es sábado.
Entonces desde ese cuarto piso divisa una lucecita que se prende a la distancia y a pesar de la gruesa y constante cortina líquida se mira a alguien que también se acerca a la ventana y se sienta a mirar. Parece que él no tiene almohada, no...ellos casi no hacen eso, ¿Ó sí? ¿Él sí? Su posición es casi idéntica a la de ella, pero tan pequeñito se le ve que podría ser bien diferente. Le sigue mirando e inventa historias, si ella prende la luz, ¿Él le verá? Quizá también sueñe con un alma de lluvia como la de ella, ¡Momento! se quedó mirando a la ventana... sí, la ventana, SU ventana, ¿Pero, será? la luz está apagada, sigue mirando fijamente...son como 2 calles de distancia, no...no se ve, de veras, ideas locas...ya niña. La lluvia sigue, él sigue, ella sigue, el mundo sigue y como todo llega el otro día, hay que ir al mercado, y las verduras, y anda que es domingo, y que no hay trastos y que ya pues!
¿Y qué te pasó? ¿A quién viste que mira qué cara? -A nadie Mamá, la tele, ¿No oyes?- Pero la imagen de alguien también de mercado pero con la madre no el hermano, que al cruzar la calle le miró y le siguió hasta que desapareció en la puerta de su edificio donde subió 4 pisos. Hoy tampoco hay sol, y otra vez hay desayuno, ahora sí hay remilgos pero ni modo, ya tendrá su casa y entonces sólo Corn-Flakes (quizá Froot-Loops), agradece y saluda a la misma pieza y la misma almohada... Cierra con seguro por un supuesto dolor de cabeza a esperar no importa que todo el día, que los truenos lleguen.
