martes, 23 de febrero de 2010

De recuerdos en el baño...

Cuando era pequeño... muy pequeño... recuerdo que siempre junto a mi cama cerraba las manos y de prisa rezaba,más rezaba como quien amaba. Las Aves Marías yo rezaba, y siempre comía unas palabras...

Después fui creciendo y eché en el olvido mis oraciones, llegaba a mi casa disgustado y cansado y de hablarte nunca me acordaba...

Y el estribillo decía algo así: "Ave María de mi señor, el tiempo pasa, no vuelve atrás, siento nostalgia de aquellos días cuando dormía pensando en ti..."

Hoy siento nostalgia más que nunca, pero quizá menos de la que pueda llegar a ser después... recuerdo mis noches mirando a las estrellas y hablando con El. La Fe que puede albergar el corazón de un niño es preciosa, es gigante, no conoce los límites.

Recordé este estribillo ayer cuando me lavaba las manos en el baño, no sé por qué... abrí la ventana y miré la lluvia que caía, me di cuenta que pese a que la miraba caer entre edificios, era hermosa y que encierra una magia y determinación al caer, que muchos ya no nos atrevemos a apreciar por la edad y las preocupaciones de una vida "más adulta y responsable".

¿En qué momento dejamos de rezar? ¿Dejamos de creer? ¿Qué día fue ése en el que me desperté y ya no me ocupé de dedicarle un tiempo de reflexión a mi alma? Después de rezar seguía ponerme el uniforme y desayunar lo que había preparado mi Abuelita ó prepararme para un sábado en el zoológico con mis Papás... Hoy me despierto y pienso en números... ¿Por qué? ¿Puede cambiar? Los números seguirán, seguro, ¿Pero puedo hacer que vuelva la curita de mi alma?

"Hoy llego a mi casa disgustado y cansado, pero rezo como ayer rezaba" Así termina la canción.

lunes, 1 de febrero de 2010

Detrás del Cristal


Supe de tangos y una fiesta particular. Supe de voces, sonrisas y notas. Supe de bailes, llantos y suspiros.

Albergando un palpitar, sintiendo un empujón interno, mi alma voló. Llegó detrás de los cristales y miró cautelosa. La familia cenaba sonriente. Uno parecía no compartir el entusiasmo por las tradicionales viandas, quizá por ello la mueca de desaprobación; como todos los chicos de su edad.

Mientras sentía el calor del sorbo de café recorriendo mi interior, los ojos cerré, y una chispita de vida pugnando por salir. "¿Por qué me encierras?" -Le ignoré- volví detrás de los cristales y un halo de incertidumbre me nubló la vista, esforcé la mirada, pero no conseguí ver. Tal y como cuando alguien se despierta y lucha por abrir bien los ojos, pero el cuerpo cansado, ó la pereza de volver a la rutina tiran de ti hacia las sábanas y te envuelven consiguiendo que te fundas entre ellas y los cabellos finalmente desaparecen entre la almohada.

Parece lo mejor, es cómodo y te invita a embriagarte de descanso. Pero cuando inevitablemente se vuelve a la vida consciente, duele la cabeza y el remordimiento de haber abusado y no haber sido productivo te persiguen cual jauría.

Detrás del cristal consigo mirar de nuevo y las viandas se han terminado, la mesa vacía y algunas miguitas... ¿y las risas y anécdotas que acompañaron el momento? ¿la sonrisa ante la gula del postre?...

Detrás del cristal entiendo... para dejar miguitas hay que disfrutar del bizcocho y nada mejor como hacerlo acompañado de quienes se quiere...